El trasluz de su encaje impedía ver la dulzura que se escondía tras de si. Le gustaba la suavidad de lo etéreo, saber que mañana no sería el mismo y que cada nueva puerta estaba preparada para ser atravesada. Tenía miedo, claro que tenía miedo, ¡como todos! ¿Acaso no da miedo la incertidumbre de que será mañana? A veces su rostro sabía a mar de la angustia que brotaba a borbotones, así cicatrizaba las heridas que partían en mil pedazos una piel castigada por el tiempo.
Texto y foto: Challen